martes, 14 de julio de 2009

Un poco de locura

¿Hasta qué punto es capaz de llegar la locura, o desde qué punto se puede definir que una persona o un pensamiento no es cuerdo? ¿No son, acaso, muchas de aquellas colifacias más puras que la propia “verdad”? ¿Ante quiénes una cosa es o deja de ser verdadera? Es posible que la sea una tan común y obvia: la sociedad. Pero cuánto se le puede creer a una comunidad basada en el continuo manejo por los pocos pero más poderosos, quienes lograron conquistar el mundo a la afán de verdades ocultas y grandes teatralidades, máscaras de la realidad. ¿Cómo creer, entonces, en una sociedad llena de gente que en la última dictadura militar sólo se detenían a decir “algo habrán hecho”?


Hay colifatos capaces de explicar con más exactitud las cosas paganas que la gente “cuerda” sólo piensa cuando “se pone a filosofar”. Pero cuánto se disfruta la vida si no es uno capaz de reflexionar sobre lo que aparenta ser simple ¿Es acaso, que lo llaman simple como excusa para ocultar lo difícil de aquel asunto? Entonces de qué verdades y absurdos se habla, de qué sanos o locos si son estos últimos quienes se detienen a disfrutar, de manera singular incomparable en que pasan los segundos, mientras una hoja cae del árbol más viejos.


La verdad y la mentira, determinadas por una sociedad caracterizada por ocultar lo real, son solo palabras al viento, subjetivas y relativas. Quizás sean aquellos delirios, comúnmente llamados locuras, las respuestas a muchas de las preguntas. Entonces ¿qué tan malo es querer, consciente o no tanto, hacer de la locura parte de nuestras vidas?

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