lunes, 7 de junio de 2010

Un vacío y un silencio

Ahogarme en un vaso de vino, donde el alcohol todo lo hace girar y nada se entiende. Ser muchos y no ser nadie en un mundo dicotómico de pensamientos antagónicos. No saber dónde correr. Encerrada entre asfalto e impedimentos abstractos, creados por mi cabeza que no deja de pensar, que no se puede ordenar. Y aunque el sol de la mañana sea perfecto y enceguecedor, no dejo de caer en ese agujero sin fin de dolor. El agua comienza a entrar en mi cuerpo, por la boca, por la nariz. Y poco a poco el aire se va, se disuelve en el mar,.Y en un silencio eterno… Sólo el latir del corazón como eco entre los pocos centímetros del orificio en el suelo. Una luz se refleja por algún lado, o son mis ojos que se acostumbraron a esa oscuridad donde no hay dirección ni punto cardinal. El silencio eterno, y el movimiento del cuerpo que por segundos se agita desesperado buscando una gota de aire, por un segmento de vitalidad. Y un vacío y un silencio. Poco a poco te cansas. ¿O es el oxigeno que me falta? Una opresión en el pecho, en la garganta ya llena de agua. Mis ojos, cansados de mirar la nada caen por su propio peso. Despacio, todo sonido se apaga. El dolor y el vació se diluyen descendentemente y ligeros. Y un dulce silencio, el sueño eterno.

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